16. De acuerdo con todo lo que deseas. Los declara culpables de ingratitud si no se someten silenciosamente a sus Profetas, ya que en este punto Dios había cumplido con su propia petición. Para que el oficio profético sea más reverenciado y amado por ellos, y para que no caiga en desprestigio al considerar que el Profeta no es más que un mortal, Dios les había extraído la confesión de que nada podría ser mejor de lo que debería. Hacer la elección de intérpretes humanos. Ante la promulgación de la Ley, la visible majestad de Dios había brillado, y la gente, aterrorizada a la vista, había deseado voluntariamente que Moisés se les diera como maestro y como el proclamador de la voz celestial. Ya hemos visto cuán útil fue este terror para recomendar la enseñanza que se imparte por boca del hombre. Tenemos abundante experiencia de que nuestras mentes a menudo se dejan llevar por especulaciones vanas. Por lo tanto, debemos desear derribar a Dios del cielo con la mayor frecuencia posible. Era necesario, por lo tanto, que los israelitas estuvieran convencidos de su debilidad, para que no sobrepasaran sus límites debidos, y que pudieran ser llevados a pedir eso como una gran bendición que Dios había previsto que fuera para su bien, y al mismo tiempo, podría abandonar esa orgullosa curiosidad que siempre los habría excitado, si no hubiera sido corregida entre tanto por la aplicación de este remedio. Pero hubiera sido cualquier cosa menos excusable para ellos haberse cansado de ese regalo que habían considerado tan bueno para ellos. La suma es que Dios había aparecido una vez para obtener crédito y autoridad para Sus Profetas; pero que Él había establecido ese orden para el gobierno de Su Iglesia y para la declaración de Su voluntad, que la gente misma sabía por experiencia que era muy ventajosa para ellos.

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