9. Y el Señor me dijo: No angusties a los moabitas. Anteriormente les había prohibido entrar en la tierra de Edom, a menos que se obtuviera el consentimiento. Ahora se agrega una prohibición similar con respecto a los moabitas, porque Dios les había asignado el territorio que habitaban. Como he dicho, esto fue doloroso y oneroso, que debían valorar la bondad y la buena voluntad fraterna hacia quienes los trataban con hostilidad; pero Dios deseaba a este respecto también demostrar la obediencia de su pueblo. Entonces, no tuvo en cuenta lo que esta nación había reservado; pero, dado que eran los descendientes de Lot y, en consecuencia, de la raza de Abraham, deseaba tratarlos con un favor especial. Porque la división del mundo entero le pertenece a Él, a fin de distribuir a sus diversos pueblos cualquier parte que Él elija, y para fijar los límites en los que deben confinarse. Si algún objeto al que la gente de Canaán también tenía asignados sus límites, y no debería, por lo tanto, haber sido expulsado de las tierras en las que sus antepasados ​​habían habitado durante muchas edades, la respuesta es fácil, a saber, que Dios es siempre libre de quitar lo que Él ha dado y de reajustar los límites impuestos por Su voluntad, cuando los pecados de los hombres merecen que esto se haga. Cuando, por lo tanto, declara que había entregado su tierra a los moabitas, no es de acuerdo con la fuerza ordinaria de la expresión, sino por un decreto fijo que su habitación debe permanecer segura e intacta.

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