6. Y todos los ancianos de esa ciudad. El lavado de sus manos tuvo el efecto de agitarlas aún más, para que no protestaran desconsideradamente en ese solemne rito de que eran puras y sin culpa; porque era como si hubieran presentado el cadáver del centro comercial muerto ante Dios, y se hubieran opuesto a él para purgar el crimen. Al mismo tiempo, también, piden perdón, porque podría haber sido por su descuido que el hombre fue herido; y de nuevo, dado que solo por el sacrilegio de Acán se contaminó a todo el pueblo, era de temer que la venganza de Dios se extendiera más ampliamente a causa del delito cometido. Y así se les volvió a enseñar cuán grandemente Dios abomina los asesinatos, cuando la gente reza para que puedan ser perdonados por el crimen de otro, como si, al verlo, hubieran contraído la culpa. Dios finalmente declara que no se lo imputará, cuando hayan cumplido debidamente este rito de expiación; no porque la novilla fuera el precio de la satisfacción de propiciar a Dios, sino porque de esta manera se reconciliaron humildemente con Él y cerraron la puerta a los asesinatos en el futuro. Por esta razón se dice: "Quitarás la sangre de entre ustedes"; porque si el asesinato se pasa por alto sin observación, queda una mancha sobre la gente, y la tierra misma, en cierto modo, apesta ante Dios.

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