32. Y sean amables el uno con el otro. Con amargura contrasta amabilidad, o gentileza de semblante, lenguaje y modales. Y como esta virtud nunca reinará en nosotros, a menos que la compasión nos acompañe, (ουμπάθεια,) nos recomienda que tengamos un corazón tierno. Esto nos llevará no solo a simpatizar con las angustias de nuestros hermanos, como si fueran nuestros, pero para cultivar esa verdadera humanidad que se ve afectada por todo lo que les sucede, de la misma manera que si estuviéramos en su situación. Lo contrario de esto es la crueldad de esos hombres bárbaros de corazón de hierro, por quienes los sufrimientos de los demás son vistos sin ninguna preocupación.

Perdonándose unos a otros. La palabra griega aquí se traduce perdonar, (χαριζόμενοι ἑαυτοῖς,) se supone que significa beneficencia. Erasmus, en consecuencia, lo hace (largientes) generoso. Aunque la palabra admite ese significado, sin embargo, el contexto me induce a preferir el otro punto de vista, que deberíamos estar listos para perdonar. A veces puede suceder que los hombres sean amables y tierno y, sin embargo, cuando reciben un tratamiento inadecuado, No es tan fácil perdonar las lesiones. Para que aquellos cuya bondad de corazón en otros aspectos los disponga a actos de humanidad, no puedan fallar en su deber por la ingratitud de los hombres, los exhorta a descubrir que están dispuestos a dejar de lado el resentimiento. Para darle mayor peso a su exhortación, presenta el ejemplo de Dios, que nos ha perdonado, a través de Cristo, mucho más de lo que cualquier hombre mortal puede perdonar a sus hermanos. (152)

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