Comentario Biblico de Juan Calvino
Éxodo 16:14
14. Y cuando el rocío que estaba desapareció. Aquí se describe brevemente la forma del maná, a saber, que era como el rocío condensado en pequeños granos redondos. Su sabor también se mencionará en otra parte; pero aquí fue suficiente para demostrar que esta fecundidad no era natural, sino milagrosamente dada a las nubes, para que lloviera maná todos los días. En cuanto a la charla ociosa de ciertas personas profanas, (176) que el maná cae naturalmente en ciertos países, que mostrarían la fuerza de su genio, como si condenaron a Moisés por falsedad, porque él ensalza poderosamente un mero truco, ¡eso! Es todo un absurdo que puede ser fácilmente refutado. De hecho, es cierto que en ciertas partes del mundo recolectan granos blancos, a los cuales se les ha dado vulgarmente el nombre de maná, pero (177) cuál de los Rabbins tendrá que ser árabe; pero no es un alimento, ni cae diariamente de las nubes, ni tiene nada en común con este alimento, que el Profeta dignifica adecuadamente con el título de "alimento de los ángeles", porque Dios, que abre las entrañas de la tierra para la comida ordinaria del hombre, en ese momento hizo provisión para el alimento de su pueblo desde el cielo. Y que puede parecer sin lugar a dudas que este alimento fue creado milagrosamente, y al contrario del orden de la naturaleza, estos puntos deben tenerse en cuenta. Primero, no apareció en el desierto antes de la hora asignada por Moisés en obediencia al mandato de Dios. En segundo lugar, ningún cambio de clima impidió que el maná cayera de manera regular; ni las heladas, ni la lluvia, ni el calor, ni el invierno, ni el verano, interrumpieron el curso de su destilación. En tercer lugar, se encontró una cantidad suficiente para la inmensa multitud todos los días, cuando tomaron un omer para cada individuo. Nuevamente, en el sexto día, la cantidad se duplicó, para que pudieran poner un segundo omer para su comida sabática. En quinto lugar, si conservaron algo más allá de su asignación adecuada, estaba sujeto a putrefacción, mientras que, en el día de reposo, la segunda porción seguía siendo buena. Sexto, dondequiera que estuvieran, esta bendición de Dios siempre los acompañaba, mientras que las naciones vecinas vivían de maíz, y el maná solo era conocido en su campamento. Séptimo, tan pronto como entraron en un país fructífero y de maíz, el maná cesó. Octavo, esa porción, que Moisés recibió la orden de depositar en una vasija, no se corrompió. Deje que estos puntos se pesen bien, y el milagro será más que lo suficientemente visible, y dispersará todas las nubes de objeción por su brillo intrínseco.