14. ¿Quién te ha nombrado príncipe y juez sobre nosotros? No es de extrañar que el hombre testarudo y malvado rechace con enojo esta suave advertencia, ya que así suelen comportarse aquellos que están dispuestos a cometer injusticias: acostumbran enfurecerse tan pronto como son reprendidos y expulsan con desprecio a los buenos consejeros. Y ciertamente, es una virtud poco común reconocer nuestros errores y someternos pacientemente a la corrección. Porque en la misma medida en que una persona es maliciosa y comete grandes faltas, su enojo bajo la advertencia y su violencia en la discusión son mayores. Por lo tanto, aquel que se atreve a reprender al malvado debe esperar encontrarse con estas indignidades. No obstante, podemos entender a partir de la petulancia de este individuo cuán perversas eran las mentes de toda la nación. Por esta razón, Esteban dice que Moisés fue rechazado por su propia nación y los acusa a todos de ingratitud (Hechos 7:35.) Pero sin ser demasiado severos con este pueblo, aprendemos de este ejemplo cuán ruda es la naturaleza de aquellos a quienes Dios no ha domado. Por lo tanto, cuando son tan tercos que, aunque se les reprenda diez veces, siguen endureciéndose, no es de extrañar que Dios trate con ellos de manera más ruda, como declara que hará por boca de David. (Salmo 18:27.) Para que no experimentemos esto, sometámonos a su vara a tiempo; y dado que esto no se concede a todos, implorémosle que nos haga verdaderamente dóciles. ¿Qué ganaremos al luchar contra las espinas? Además, una especie de ferocidad brutal acompaña a esta perversidad, como se ve nuevamente en este caso. El esclavo vil y abyecto le pregunta a Moisés: ¿Quién lo hizo juez sobre los hebreos? como si él y toda su descendencia no estuvieran expuestos al desprecio universal. Si el más bajo de la chusma egipcia lo hubiera golpeado, no se habría atrevido a murmurar; sin embargo, arremete con la misma imperiosidad contra esta suave advertencia, como si estuviera libre de toda sumisión. Lo que sigue es aún peor: "¿Intentas matarme, como mataste al egipcio?" Debería haber recibido a Moisés como si hubiera sido un ángel de Dios, debido a tal prueba de su celo y piedad; pero, convirtiendo el beneficio en una acusación, no solo lo insulta odiosamente por lo que habría sido justo alabar, sino que incluso lo amenaza. Mientras tanto, no podemos dudar de que el hombre santo debe haber sido atormentado por una fuerte tentación cuando encuentra tanta barbarie en su pueblo. Sabía, de hecho, que los egipcios habrían sido sus enemigos declarados si el asunto se hubiera divulgado; pero nunca podría haber esperado semejante respuesta indigna de sus hermanos, a quienes deseaba aliviar. Por lo tanto, fue una prueba de una fuerza de voluntad increíble superar tal obstáculo.

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