Este verso solo se agrega en aras de la explicación. Dios ya había explicado breve y claramente cada evento que debería sucederle a los judíos, sin embargo, deberían perecer en la mayor desgracia y ser destituidos de toda ayuda, ya que a través de la desconfianza en Dios buscaron el favor de los hombres, como una mujer ansiosa por los amantes. Pero él confirma la misma enseñanza, que deberían sufrir un doble castigo, ya que no solo se contaminaron de manera vergonzosa, sino también por matanzas impías, ya que quemaron a sus hijos en honor de dioses falsos. Esta oración puede explicarse en general, los juzgaré con los juicios de las mujeres que derraman sangre, ya que sabemos que no solo la idolatría era desenfrenada en Jerusalén, sino también el rapino y todo tipo de crueldad; porque como se habían apartado de Dios y de su adoración, violaron audazmente su ley. Por la segunda palabra podemos entender todos los crímenes por los cuales provocaron la ira de Dios a causa de su crueldad. Pero como recientemente ha hablado de hijos, retengo voluntariamente esa sensación de que deberían sufrir como una adúltera y un parricida que ha matado a sus hijos. Pero pensaron que obedecían: pero él no solo rechaza, sino que abomina esos pensamientos tontos; porque nada es más vergonzoso que, bajo el pretexto de la piedad, matar y quemar a los propios hijos: esto, digo, fue una profanación del nombre de Dios apenas tolerable. No es de extrañar, entonces, que él denuncie la doble venganza, ya que, cuando los judíos declararon su celo, Dios les marcó la marca de la maldad, aunque pensaron que él estaba vinculado a sus intereses. Luego sigue:

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