5. Y Dios llamó a la luz. Es decir, Dios quiso que hubiera una vicisitud regular de días y noches, lo cual se manifestó inmediatamente cuando terminó el primer día. Dios retiró la luz de la vista para que la noche marcara el comienzo de otro día. Sin embargo, lo que dice Moisés admite una doble interpretación: o bien que esta era la tarde y la mañana pertenecientes al primer día, o que el primer día consistía en la tarde y la mañana. Cualquiera que sea la interpretación elegida, no hace diferencia en el sentido, ya que simplemente entiende que el día estaba compuesto de dos partes. Además, comienza el día, según la costumbre de su nación, con la tarde. No tiene sentido discutir si este es el mejor y el orden legítimo o no. Sabemos que la oscuridad precedió al tiempo mismo; cuando Dios retiró la luz, concluyó el día. No dudo que los padres más antiguos, para quienes la próxima noche era el fin de un día y el comienzo de otro, seguían este modo de contar. Aunque Moisés no pretendía prescribir aquí una regla que fuera criminal violar; sin embargo, (como hemos dicho) ajustó su discurso a la costumbre recibida. Por lo tanto, así como los judíos condenan de manera insensata todos los cálculos de otros pueblos, como si solo este fuera el que Dios había sancionado; igualmente son igualmente insensatos aquellos que argumentan que este modesto cálculo, que Moisés aprueba, es inadecuado.

El primer día. Aquí se refuta claramente el error de aquellos que sostienen que el mundo fue creado en un momento. Es un cavilo demasiado violento afirmar que Moisés distribuye la obra que Dios perfeccionó de una vez en seis días, solo con el propósito de enseñar. Más bien, concluyamos que Dios mismo tomó el espacio de seis días con el fin de adaptar sus obras a la capacidad de los hombres. Pasamos por alto de manera despectiva la gloria infinita de Dios que aquí resplandece; ¿de dónde proviene esto sino de nuestra extrema lentitud para considerar su grandeza? Mientras tanto, la vanidad de nuestras mentes nos lleva a otro lado. Para corregir este error, Dios aplicó el remedio más adecuado al distribuir la creación del mundo en porciones sucesivas, para que fijara nuestra atención y nos obligara, como si hubiera puesto su mano sobre nosotros, a detenernos y reflexionar. Para respaldar la interpretación mencionada anteriormente, se cita torpemente un pasaje de Eclesiástico. "Él que vive para siempre creó todas las cosas a la vez" (Eclesiástico 18:1). Sin embargo, el adverbio griego κοινὣ que utiliza el escritor no significa eso, ni se refiere al tiempo, sino a todas las cosas en general (57).

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