15. Los ángeles se apresuraron a Lot. Después de alabar la fe y la piedad de Lot, Moisés muestra que algo humano todavía se adhirió a él; porque los ángeles lo apresuraron cuando él se demoró. La causa de su tardanza podría ser que pensó que iba al exilio: por lo tanto, una multiplicidad de preocupaciones y temores perturban su mente ansiosa. Porque duda de lo que le sucedería, como fugitivo cuando, después de haber dejado su casa y sus muebles, desnudo y necesitado, debería retomar su camino hacia un lugar desierto. Mientras tanto, no considera que deba actuar como personas naufragadas, que, para que puedan llegar a salvo a puerto, arrojar al mar su carga y todo lo que tienen. De hecho, no duda de que Dios está diciendo la verdad; ni se niega a eliminar en otro lugar, como se le ordena; pero, como si se hundiera bajo su propia enfermedad, y enredado en muchas preocupaciones, él, que debería haber salido corriendo a toda prisa y sin demora, se mueve con paso lento y vacilante. En su persona, sin embargo, el Espíritu de Dios nos presenta, como en un espejo, nuestra propia tardanza; para que nosotros, sacudiéndonos de toda pereza, aprendamos a prepararnos para la pronta obediencia, tan pronto como la voz celestial suene en nuestros oídos; de lo contrario, además de esa indolencia que, por naturaleza, habita dentro de nosotros, Satanás interpondrá muchos retrasos. Los ángeles, para impulsar de manera más efectiva a Lot hacia adelante, infunden el miedo, para que no sea destruido en la iniquidad o el castigo de la ciudad. Para la palabra עוון (ayon) significa ambos. No es que el Señor arroje imprudentemente a los inocentes en el mismo montón que a los malvados, sino porque el hombre, que no consultará por su propia seguridad y que, aun siendo advertido de tener cuidado, se expone a sí mismo, por su pereza, a la ruina, merece perecer.

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