2. Y la ira de Jacob se encendió. La ternura del afecto de Jacob lo hacía renuente a ofender a su esposa; sin embargo, su conducta indigna lo obligó a hacerlo cuando la vio exaltarse petulantemente, no solo contra su hermana, que piadosa, humilde y agradecida disfrutaba de los dones de Dios, sino incluso contra Dios mismo, del cual se dice que el fruto del vientre es su recompensa (Salmo 127:3.) Por esta razón, Jacob está enojado, porque su esposa no atribuye nada a la providencia de Dios y, al imaginar que los hijos son fruto del azar, privaría a Dios del cuidado y gobierno de la humanidad. Es probable que Jacob ya estuviera afligido por la esterilidad de su esposa. Ahora teme que su locura provoque aún más la ira de Dios para infligir golpes más severos. Esta fue una santa indignación, con la cual Jacob mantuvo el honor debido a Dios, al mismo tiempo que corregía a su esposa y le enseñaba que no había sido estéril sin motivo suficiente. Pues cuando afirma que el Señor había cerrado su matriz, insinúa oblicuamente que ella debería humillarse aún más profundamente.

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