21. Y Rubén lo oyó. Puede ser útil observar que mientras otros se apresuraban a derramar su sangre, por el cuidado de quién José fue preservado. Sin duda, Rubén, en un asunto, fue el más malvado de todos, cuando profanó el lecho de su padre; y esa lujuria desenfrenada, que involucraba otros vicios, era el signo de una naturaleza depravada. Ahora, de repente, él solo, teniendo en cuenta la piedad y recordando el deber fraternal, disuelve la conspiración impía. Es incierto si estaba buscando los medios para hacer alguna compensación, por cuyo motivo pudiera ser restaurado al favor de su padre. Moisés declara que tenía la intención de restaurar al niño sano y salvo a su padre; de ahí la conjetura que he mencionado, que pensó que la vida de su hermano sería un precio suficiente por el cual podría reconciliar la mente de su padre con él. Sea como fuere, la humanidad que mostró al intentar liberar a su hermano es una prueba de que no estaba abandonado a todo tipo de maldad. Y tal vez Dios, con este testimonio de su arrepentimiento, diseñó en cierta medida disminuir su desgracia anterior. De ahí se nos enseña que los caracteres de los hombres no deben ser estimados por un solo acto, por atroz que sea, de tal manera que nos haga desesperar de su salvación.

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