6. Aquel que derrame la sangre del hombre (291)" La cláusula "en el hombre" que se agrega aquí tiene la fuerza de una amplificación. Algunos la interpretan como "delante de testigos". Otros la refieren a lo que sigue, es decir, "que por medio del hombre su sangre será derramada (292)". Pero todas estas interpretaciones son forzadas. Debe recordarse lo que he dicho, que este lenguaje más bien expresa la atrocidad del crimen; porque quien mata a un hombre atrae sobre sí mismo la sangre y la vida de su hermano. En general, están equivocados (en mi opinión) aquellos que piensan que aquí se pretende simplemente una ley política para el castigo de los homicidas. Verdaderamente, no niego que el castigo que las leyes ordenan y que los jueces ejecutan se fundamente en esta sentencia divina; pero digo que las palabras son más amplias. Está escrito:

‘Los hombres de sangre no vivirán la mitad de sus días,’  ( Salmo 55:23.)

Y vemos que algunos mueren en las carreteras, otros en lugares de perdición, y muchos en guerras. Por lo tanto, aunque los magistrados puedan tolerar el crimen, Dios envía verdugos de otros lugares, que darán a los sanguinarios su merecido. Dios amenaza y pronuncia venganza contra el asesino, e incluso arma al magistrado con la espada para vengar el homicidio, a fin de que la sangre de los hombres no sea derramada impunemente.

Porque a imagen de Dios hizo al hombre. Para confirmar aún más las doctrinas anteriores, Dios declara que no se preocupa así por la vida humana de manera imprudente y sin motivo. Los hombres ciertamente no son dignos del cuidado de Dios si solo se tiene en cuenta a sí mismos. Pero dado que llevan la imagen de Dios grabada en ellos, Él se considera violado en su persona. Así, aunque no poseen nada por lo cual obtengan el favor de Dios, Él observa sus propios dones en ellos y, por tanto, se siente impulsado a amarlos y cuidar de ellos. No obstante, es importante observar esta doctrina: que nadie puede perjudicar a su hermano sin herir a Dios mismo. Si esta doctrina estuviera arraigada profundamente en nuestras mentes, seríamos mucho más reacios de lo que somos a infligir daños. Si alguien objetara que esta imagen divina ha sido borrada, la solución es sencilla: primero, todavía existe algún vestigio de ella, de modo que el hombre posee una no pequeña dignidad; y segundo, el Creador Celestial mismo, por más corrompido que esté el hombre, aún tiene en mente el propósito de su creación original; y de acuerdo con su ejemplo, deberíamos considerar para qué fin creó a los hombres y qué excelencia les ha otorgado por encima del resto de los seres vivos.

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