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34. Grande es Diana de los Efesios. Esta fue una confesión clamorosa, pero sin ninguna solidez; tampoco procedió de la fe del corazón. ¿De dónde vino esa gran divinidad de Diana de la que hablaron, salvo solo porque, como locos, defienden furiosamente ese error que alguna vez recibieron? De lo contrario, con verdadera piedad, creemos que con el corazón para justicia, y luego la confesión de la boca sigue a la salvación. En eso, la distemperatura y la terquedad de todos los locos y los tontos enfermos de cerebro difieren de la constancia y el celo de los mártires. Y, sin embargo, no obstante, nuestra lentitud es vergonzosa si no estamos tan preparados y firmes en la confesión de una fe segura como lo están en su inmundo error. Porque vemos lo que el Espíritu de Dios nos prescribe por boca de David:

"Creí, y por lo tanto hablaré" (Salmo 116:10).

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