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6. Y sucedió. Debido a que esta historia se expuso más ampliamente en el capítulo noveno, solo tocaré brevemente las cosas que se hablaron allí. Pero esto es peculiar de este lugar actual, que Pablo toma en cuenta sus circunstancias, para que por ellas pueda probar que fue convertido por Dios. Y este es el tercer miembro del sermón; de lo contrario, se debería haber pensado que este cambio procedía de inconstancia o sarpullido, o de lo contrario no debería haber quedado sin alguna infamia. Porque nada es más intolerable que comenzar aparte del curso de piedad en el que los hombres han entrado alguna vez; y tampoco hacer lo que se les ordena hacer. Por lo tanto, para que ningún hombre sospeche la conversión de Pablo, él prueba con muchos milagros que saca a la luz, que Dios fue el autor de la misma. En la estación nocturna aparecen a menudo relámpagos, que provienen de las exhalaciones calientes de la tierra; pero esto era más extraño, que alrededor del mediodía apareció una luz repentina no solo, sino que también lo rodeó como un rayo, de modo que por miedo a él se cayó de su caballo y se postró en el suelo. Otro milagro, en el que escuchó una voz del cielo; otro, en que sus compañeros no lo escucharon tan bien como él. Además, siguen otras cosas, que, después de que fue enviado a Damasco, el evento corresponde al oráculo; porque Ananías viene a su encuentro. Además, en eso se le devuelve la vista en un momento. -

Me caí a la tierra. Cuando Pablo estaba lleno de orgullo farisaico, se vio que debía ser afligido y derribado, para que pudiera escuchar la voz de Cristo. No habría despreciado a Dios abiertamente, ni rechazaría el oráculo celestial; sin embargo, su mente nunca debería haber sido enmarcada en la obediencia a la fe, si hubiera continuado en su estado anterior; por lo tanto, es derribado por la violencia, para que pueda aprender a humillarse voluntariamente. Además, en las palabras de Cristo solo hay una breve reprensión, que sirve para apaciguar la rabia de que Pablo esté tan cruelmente doblado. Sin embargo, tenemos un excelente consuelo, ya que Cristo, tomando sobre él a la persona de todos los piadosos, se queja de que se les hizo cualquier daño. Y como no se puede imaginar algo más dulce para lenificar la amargura de la persecución, que cuando escuchamos que el Hijo de Dios sufre no solo con nosotros, sino también en nosotros, nuevamente, los sangrientos enemigos del evangelio, que ahora son Abrumados de orgullo, se burlan de la miserable Iglesia, percibirán a quienes han herido. -

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