11. Y vino el miedo. Él dice, nuevamente, que el castigo de uno fue una lección para todos. Pero él expresa claramente en este lugar un doble temor. Él dice que la Iglesia temía, porque los fieles nunca temen tan perfectamente a Dios, sino que se benefician aún más, siendo amonestados por sus juicios. Por lo tanto, por todos esos castigos que leemos han sido impuestos a los hombres en tiempos pasados, y vemos a diario que se les imponga, Dios nos llama a volver de las tentaciones y la libertad de pecar. Para nuestra carne hay que frenar de vez en cuando después de este tipo, porque una brida apenas servirá el turno. Había otra forma [de] miedo en los extraños, pero no había tal temor que los llevara a la sincera adoración a Dios; sin embargo, no obstante, fue tal que les hizo dar la gloria a Dios.

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