2. Y Ezequías se alegró de que el Profeta desempeñara la parte del historiador; porque él simplemente relata lo que hizo Ezequías, y luego explicará por qué lo hizo; es decir, que Ezequías, cegado por la ambición, hizo una exhibición ostentosa a los mensajeros; mientras él censura un tipo de alegría inadecuada, que luego dio lugar a un ansioso deseo de tratarlos de manera amistosa.

Cualquier persona que apenas lea esta historia concluirá que Ezequías no hizo nada malo; porque fue un acto de la humanidad dar una recepción alegre y hospitalaria a los mensajeros, y mostrarles todas las pruebas de buena voluntad; y habría sido el acto de un bárbaro desdeñar a los que habían acudido a él en una visita amistosa, y desdeñar la amistad de un rey tan poderoso. Pero aún allí acechaba en su corazón un deseo de vana ostentación; porque deseaba hacer una demostración favorable de sí mismo, para que el babilonio pudiera ser llevado a comprender que esta alianza no sería sin ventaja para él, y podría determinar esto a partir de su riqueza, fuerzas y armas de guerra. Mereció ser reprendido por otro motivo, que dirigió su mente a la ayuda extranjera e ilegal, y hasta ese punto negó el honor a Dios, a quien recientemente había conocido como su libertador en dos ocasiones; de lo contrario, el Profeta no habría censurado este acto tan severamente.

Este es un ejemplo notable; y nos enseña que nada "es más peligroso que ser cegado por la prosperidad. Prueba también la verdad del viejo proverbio, que "es más difícil soportar la prosperidad que la adversidad"; porque cuando todo transcurre según nuestro deseo, nos volvemos insensibles e insolentes, y no podemos mantenernos en el camino del deber por ningún consejo o amenaza. Cuando esto le sucedió a Ezequías, a quien el Profeta le había otorgado la alta recomendación, que "el temor de Dios era su tesoro" (Isaías 33:6), deberíamos tener mucho miedo de caer en el mismo peligros Él se deja llevar por la jactancia ociosa, y no recuerda que antes estaba medio muerto, y que Dios lo rescató de la muerte mediante un milagro extraordinario. Anteriormente hizo una promesa solemne de que celebraría continuamente las alabanzas de Dios en la asamblea de los piadosos (Isaías 38:20) y ahora, cuando ve que se busca su amistad y que un monarca poderoso envía a saludarlo, se olvida de Dios y de los beneficios que había recibido de él. Cuando veamos que este buen rey cae tan rápidamente y se deja llevar por la ambición, aprendamos a imponernos la moderación, que nos mantendrá constante y diligentemente en el temor de Dios.

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