Comentario Biblico de Juan Calvino
Isaías 41:29
29. Mira, todos son vanidad. Después de haber hablado de ídolos, hace la misma declaración con respecto a sus adoradores; como también se dice
"Los que los hacen, y todos los que confían en ellos, son como ellos". (Salmo 115:8.)
Así, él muestra que todas las personas supersticiosas están llenas de "vanidad" y no tienen juicio o razón. No pueden, de hecho, creer esto; porque, inflados de orgullo, se consideran hombres de la más alta habilidad y nos desprecian como estúpidos e ignorantes de los asuntos de los hombres, en comparación con ellos mismos. ¡Con qué orgullo nos desprecian los papistas y sus doctores eruditos! ¡Con qué arrogancia los romanos en la antigüedad despreciaban a los judíos! Pero no necesitamos pasar tiempo con tal orgullo, porque en este pasaje Dios los condena a todos por "vanidad".
Sus obras son un fracaso. Da el nombre de "obras" tanto a las imágenes que los hombres supersticiosos hacen para sí mismos como a toda adoración falsa, que no tiene fin ni medida, y en la que cada persona desea ser un maestro y maestro de religión. Él los declara a todos como un "fracaso", es decir, sin valor. Él declara esto aún más claramente, cuando dice que son viento y caos, es decir, confusión; porque explico תהו (tohu) en el mismo sentido que lo hizo en el primer capítulo de Génesis, donde Moisés dice que
"la tierra al principio no tenía forma y estaba confundida". ( Génesis 1:2.)
Este pasaje contra los idólatras debe ser cuidadosamente estudiado; porque piensan que las imágenes fueron designadas para preservar la religión, y que las mentes se encienden al verlas, como por la presencia visible de Dios. Piensan que son los libros de ignorantes e ignorantes, que no pueden ser instruidos por la lectura de las Escrituras. Pero el Espíritu de Dios aquí declara que es algo confuso y sin forma, es decir, porque perturba y retiene en superstición las mentes de los hombres; y de hecho todo el verdadero conocimiento que existe entre los hombres es sofocado y apagado por esta adoración de ídolos. En resumen, él enseña que todas las imágenes, y el homenaje que se les rinde, y los que las han hecho y siguen, son meras vanidades, y que podemos condenarlas con seguridad.