20. La bestia del campo me honrará. Él adorna la declaración anterior; porque, en medio de una situación tan desesperada, era apropiado que se empleara un lenguaje magnífico para ensalzar el poder de Dios, que las palabras pudieran suplir lo que parecía faltar en la realidad. El significado es que el poder de Dios será tan visible y manifiesto que las mismas bestias, impresionadas con el sentimiento de él, reconocerán y adorarán a Dios. Esta predicción corresponde a la canción,

“El mar vio y huyó, Jordan fue expulsado. Las montañas saltaron como carneros, y las colinas como corderos. Ante el rostro del Señor, la tierra tembló. (Salmo 114:3.)

Aquí Isaías atribuye el mismo sentimiento a los animales brutos, porque por un impulso secreto se verán obligados a retirarse, para permitir que su pueblo pase con seguridad. Y, sin embargo, la causa asignada es más extensa, que se quedarán quietos, como asombrados, cuando vean los milagros. En una palabra, Dios declara que no sufrirá que su pueblo, en su viaje de regreso a casa, sea despojado de los medios de subsistencia, pero describe en un lenguaje exagerado su amor hacia los judíos, para que por la altura de su esperanza puedan elevarse el mundo. Cuando escuchemos estas declaraciones, no midamos tampoco el poder de Dios por la naturaleza de las cosas, sino que seamos exaltados por la fe por encima de todo lo que se puede ver o conocer.

Mi gente, mi elegido. Para que estos miserables exiliados no sean expulsados ​​de la esperanza de la gracia y la asistencia celestiales, les recuerda su adopción; Como si hubiera dicho, que en medio de esta condición ruinosa y melancólica, ellos seguían siendo el pueblo de Dios, porque el que los eligió no cambia su propósito. En consecuencia, cada vez que necesitemos estar entusiasmados para abrigar una esperanza favorable, recordemos el llamado de Dios; porque, aunque somos indignos, aun así debe tenerse en cuenta que el Señor se ha dignado para otorgarnos un honor tan grande.

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