Comentario Biblico de Juan Calvino
Isaías 47:8
8. Y ahora escucha esto, mujer delicada. El Profeta nuevamente amenaza la destrucción de Babilonia, y emplea palabras apropiadas para fortalecer los corazones de los creyentes, para que la prosperidad de los babilonios no pueda estupirse y llevarlos al abatimiento; y, sin embargo, no se dirige a Babilonia para producir una impresión sobre ella, sino para consolar a los creyentes. Añade, que ella estaba intoxicada con placeres; porque la prosperidad, siendo el don de Dios, no debe ser condenada en sí misma, pero es bien sabido cuán propensos son los niños del mundo a pasar del lujo a la insolencia.
Quien dice en su corazón. Ahora explica lo que significa la palabra para decir, de la que hablamos en la exposición del versículo anterior, a saber, que uno se convence a sí mismo y cree que será así y así, como lo hacen comúnmente los hombres orgullosos e insolentes, aunque a menudo lo ocultan con modestia y no desean que se conozca públicamente.
Lo soy, y no hay nadie aparte de mí. Esta arrogancia, por la cual ella se prefiere al mundo entero, es intolerable. Primero, ella piensa que ella es; segundo, imagina que el resto del mundo no merece ser comparado con ella; En tercer lugar, se promete a sí misma un descanso eterno, porque dice que no me sentaré como una viuda. En cuanto al primero, no hay ninguno de los que se pueda decir con verdad que él es, sino solo Dios, que tiene derecho a decir: "Soy lo que soy" (Éxodo 3:14;) porque por esta marca se distingue de las criaturas. Por lo tanto, el que piensa que subsiste por su propio poder le roba a Dios el honor que se le debe, y Babilonia, al exaltarse a sí misma, hizo la guerra con Dios. En segundo lugar, trataba al mundo entero con desprecio, cuando prefería hacerlo. De esta manera, los hombres orgullosos comienzan con Dios, representándolo como su enemigo, y terminan convirtiendo a todos los hombres, sin excepción, en sus enemigos, a través de su arrogancia. La tercera cláusula, que puede considerarse como la piedra angular de su orgullo, es que considera que su condición es eterna, y no tiene en cuenta la responsabilidad de los asuntos de los hombres de sufrir cambios; porque los hombres superiores han sido exaltados, a veces por eso hunden a los inferiores.