Aquí el Profeta confirma lo que había dicho, porque Dios podría haber parecido demasiado indignado, habiéndose ofendido tan gravemente con una breve expresión. Los judíos habían tomado prestado de los profetas mismos, cuando llamaron a las profecías cargas, como ya hemos dicho, y como encontramos en muchos lugares. Ahora, como la lubricidad del lenguaje es grande, aunque los judíos podrían haber hecho algo malo en una palabra, aún podría haber aparecido una razón insuficiente para el castigo que Dios amenazó con infligir. Pero el Profeta aquí muestra que Dios estaba justamente enojado con ellos, porque los había enviado a ellos, y a menudo les advirtió que no usaran esta forma de hablar, lo cual era una evidencia manifiesta de su impiedad. Como entonces habían ignorado a Dios y sus advertencias, ¿fue un error excusable? En resumen, Jeremías muestra que no habían cometido un error desconsiderado, como sucede a menudo con aquellos que hablan imprudentemente y sin pensar, pero que esta forma perversa de hablar procedió de una determinada maldad, de un deseo de colocar alguna marca de desgracia en la palabra de Dios; y así actuaron con desdén hacia Dios mismo. Esta es, entonces, la importancia de las palabras.

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