Comentario Biblico de Juan Calvino
Jeremias 6:19
Luego agrega: Oye, tierra. Esto es general, como si dijera: "Oigan, todos los habitantes de la tierra:" He aquí, estoy trayendo un mal sobre este pueblo. Se habría dirigido directamente a los judíos, si hubieran oído escuchar; pero como sus vicios y desprecio por Dios los habían hecho sordos, era necesario que él se dirigiera a la tierra. Ahora, Dios testifica aquí que no debe actuar cruelmente al visitar con severidad a esta gente, ya que solo los recompensará como se merecían. La suma de lo que se dice entonces es que, por más penoso que sea el castigo que infligiría, la gente no puede quejarse del rigor excesivo, ya que solo deberían recibir lo que sus obras merecían. Pero Jeremías no solo habla de sus obras, sino que menciona el fruto de sus pensamientos; porque inventaron su maldad en el interior, para no ofender a Dios por medio de la ligereza o la ignorancia. Por pensamientos, entonces, se refiere a esa meditación diaria sobre el mal, a la que los judíos se habían habituado. Entonces, su maldad y obstinación interior se exponen aquí.
Luego agrega: Porque no han asistido a mis palabras, y por nada han estimado mi ley. Alguna vez vimos que la culpa de los judíos aumentaba por la circunstancia, que Dios los había exhortado por sus siervos y que habían rechazado toda instrucción. Que entonces no escucharían, y que consideraban la ley y la instrucción como nada, hicieron evidente que su pecado no podía ser excusado por ningún pretexto; porque a sabiendas y abiertamente continuaron la guerra con Dios mismo, de acuerdo con lo que se dice de los gigantes.
Podemos aprender de este pasaje, que nada es más abominable a la vista de Dios que el desprecio de la verdad divina; porque su majestad, que brilla en su palabra, es pisoteada de ese modo; y además, es arte la extrema ingratitud en los hombres, cuando Dios mismo los invita a la salvación, a buscar voluntariamente su propia ruina y rechazar su favor. No es de extrañar entonces que Dios no pueda soportar el desprecio de su palabra; por el cual su majestad, como he dicho, es deshonrada, y su bondad, por la cual aseguraría la salvación de los hombres, es tratada con la más baja ingratitud. Luego agrega: