Comentario Biblico de Juan Calvino
Josué 20:1
1. El Señor también habló a Joshua, etc. En el hecho de que no se les ocurrió a sus propias mentes, designar las ciudades de refugio, hasta que volvieran a estar Recordando esto, su lentitud parece ser indirectamente censurada. La orden divina a tal efecto había sido dada más allá del Jordán. Cuando el motivo se mantuvo siempre igualmente válido, ¿por qué esperan? ¿Por qué no dan pleno efecto a lo que habían comenzado correctamente? Podemos agregar lo importante que era que hubiera lugares de refugio para los inocentes, a fin de que la tierra no se contamine con sangre. Porque si ese remedio no hubiera sido provisto, la familia de los que habían sido asesinados habría duplicado el mal, procediendo sin discriminación para vengar su muerte. Ciertamente no se convirtió en la gente que estaba inactiva para proteger la tierra de las manchas y la contaminación. (172) Por lo tanto, percibimos cuán tardíos son los hombres, no solo para cumplir con su deber, sino para proporcionar su propia seguridad, a menos que el Señor los exija con frecuencia, y pincharlos hacia adelante por el estímulo de la exhortación. Pero que pecaron solo por falta de consideración, es evidente a partir de esto, que están inmediatamente listos para obedecer, sin postergar ni crear obstáculos o demoras en un asunto necesario, al disputar la propiedad de ello.
Ya se ha explicado la naturaleza del asilo que brindan las ciudades de refugio. No daba impunidad al asesinato voluntario, pero si alguien, por error, había matado a un hombre, con el que no tenía enemistad, encontraba un refugio seguro al huir a una de estas ciudades destinadas a ese propósito. Así, Dios ayudó a los desafortunados y evitó que sufrieran el castigo de un acto atroz, cuando no habían sido culpables de ello. Mientras tanto, hasta ahora se respetaba el sentimiento de los hermanos y la familia de los fallecidos, que su dolor no aumentaba por la presencia constante de las personas que habían causado su duelo. Por último, la gente estaba acostumbrada a detestar el asesinato, ya que el homicidio, incluso cuando no era culpable, fue seguido por el exilio del país y el hogar, hasta la muerte del sumo sacerdote. Porque ese exilio temporal mostró claramente cuán preciosa es la sangre humana a la vista de Dios. Así, la ley era justa, equitativa y útil, tanto en un punto de vista público como privado. (173) Pero debe observarse brevemente que no todo se menciona aquí en orden. Para alguien que accidentalmente mató a un hombre podría haber permanecido a salvo, asistiéndose a sí mismo ante el tribunal para defender su causa, y obteniendo una absolución, después de una investigación debida y exhaustiva, como explicamos más completamente en los libros de Moisés, al tratar de este asunto.