34. Cuando entres en la tierra. Aquí se trata otro tipo de lepra, del cual no podemos regocijarnos sin razón de que ahora nos es desconocido. Pero, como Dios había honrado a las personas con privilegios extraordinarios, era coherente que su ingratitud fuera castigada con penas más severas, si contaminaban los dones en los que sobresalían. No es de extrañar, por lo tanto, que se les infligiera castigos, lo que nos llena de sorpresa y horror al escucharlo. Fue un espectáculo triste contemplar la lepra que invade el cuerpo humano; pero había algo portentoso para percibir que afectaba también a sus casas y expulsaba a los propietarios y sus familias; porque si se quedaron allí voluntaria e ingeniosamente, el contagio se extendió a sí mismos y a todos sus muebles. Pero, dado que Dios marcó con ignominia pública a aquellos cuyas casas fueron golpeadas con lepra, les ordena que confiesen su culpa, y no solo cuando el mal había avanzado mucho, sino cuando cualquier sospecha de ello había comenzado a existir. Parece, también, según la Ley, que algunos fueron castigados ligeramente: porque, después de la inspección del sacerdote, en siete días la peste no aumentó en las paredes raspadas, el poseedor regresó a su casa. Dios castigó a otros más severamente, y era necesario que el edificio fuera completamente destruido, porque la contaminación era incurable. Pero, aunque estas eran muestras de la ira de Dios, sin embargo, inexpiando la impureza, ejerció a su pueblo en el estudio de la pureza; porque era como si se hubiera alejado de acercarse a su santuario a los que venían de una casa inmunda. El sentido, entonces, era eso. cada uno de ellos debería esforzarse diligentemente por mantener sus casas puras, castas y libres de toda mancha. Pero si, por la misericordia de Dios, la plaga cesara, se ofrecería un sacrificio de acción de gracias, como para los seres humanos (que habían sido sanados). El siguiente capítulo, en el que las contaminaciones generales y sus purificaciones no son tratadas, sino solo se observa un tipo de contaminación, que hace referencia a la lujuria carnal, tal vez se introduciría adecuadamente bajo el Séptimo Mandamiento; pero en el presente parecerá por el contexto que debe ponerse bajo este encabezado.

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