2. Habla con Aaron. La suma de la ley es que el sacerdote no debe ingresar con frecuencia al santuario interior, sino solo una vez al año, es decir, en la fiesta de la expiación, en el mes de septiembre. La causa de esto fue, no sea que una entrada más frecuente produzca indiferencia; porque si hubiera entrado promiscuamente en cada sacrificio, una pequeña parte de la reverencia debida a ella se habría perdido. La aspersión ordinaria del altar fue suficiente para testificar la reconciliación; pero esta ceremonia anual influyó más en las mentes de las personas. Nuevamente, mediante este sacrificio, que vieron solo una vez al final del año, el único y perpetuo sacrificio ofrecido por el Hijo de Dios estuvo más claramente representado. Por lo tanto, el Apóstol alude elegantemente a esta ceremonia en la Epístola a los Hebreos, donde se dice que por la entrada anual del sumo sacerdote el Espíritu Santo significaba:

"que el camino hacia el lugar más sagrado de todos aún no se había manifestado, mientras que el primer tabernáculo aún estaba en pie" ( Hebreos 9:8;)

y un poco más adelante agrega que después de que Cristo el verdadero Sacerdote había venido,

"Entró una vez en el lugar santo, habiendo obtenido la redención eterna para nosotros". (Hebreos 9:11.)

Así, el año, en el tipo antiguo, era un símbolo de la única ofrenda, para que los creyentes pudieran entender que el sacrificio, por el cual Dios debía ser propiciado, no debía repetirse con frecuencia. Para que Dios pueda inspirar mayor temor y preservar a los sacerdotes del descuido, proclama que Su gloria debe aparecer en la nube en esa parte del santuario donde estaba el propiciatorio; porque sabemos que la señal se dio desde entonces a los israelitas, cuando el campamento debía ser trasladado, o cuando debían permanecer estacionarios. Pero este testimonio de la presencia de Dios debería haber llevado a los sacerdotes a un mayor cuidado y atención; y, por lo tanto, ahora podemos aprender que, cuanto más cerca se manifiesta la majestad de Dios, más ansiosos deberíamos estar atentos, no sea que por nuestra falta de pensamiento debamos dar alguna señal de desprecio, sino que debemos testificar nuestra sumisión con humildad y modestia.

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