1. Y cuando alguno ofrecerá. En este capítulo, Moisés prescribe las reglas para las ofrendas a las que se les da el nombre de minha. No eran sacrificios sangrientos, ni ofrendas de animales, sino solo pasteles y aceite. Si alguien ofreciera harina normal, se le ordena sazonarlo con incienso y aceite, y también elegir harina fina, para que el salvado no contamine la oblación. Así, aquí, como en todo el servicio de Dios, se establece la regla de que no se debe ofrecer nada más que lo puro; además, por el aceite se mejora su sabor, y por el incienso se le imparte un olor fragante. Sabemos que Dios no se siente atraído ni por la dulzura del gusto ni por los aromas agradables; pero era útil enseñar a un pueblo grosero con estos símbolos, para que no corrompieran el servicio de Dios con sus propios inventos tontos. Posteriormente, Moisés ordena que lo que sea consagrado a Dios se entregue a la mano del sacerdote, como hemos visto antes, las personas privadas fueron excluidas de este honor para que la dignidad peculiar de Cristo permanezca en Él, es decir, que solo Él tenga acceso debe buscarse a Dios, y que todos los hombres sepan que ninguna adoración agrada a Dios, excepto lo que Él santifica. Las palabras del Apóstol muestran la sustancia de este tipo, cuando dice que "por él" ahora "ofrecemos el sacrificio de alabanza a Dios continuamente, es decir, el fruto de nuestros labios dando gracias a Su nombre". (Hebreos 13:15.) Pero cuando el sacerdote había quemado un puñado de harina con el aceite y el incienso, lo que quedaba quedaba para su propio uso; porque, como hemos visto en otra parte, el santo de los santos de las ofrendas quemadas se les dio a los sacerdotes. Luego se habla de otros tipos, a saber, pasteles, horneados en el horno; entonces como se frieron en una sartén; y en tercer lugar, en una parrilla: porque Dios le habría pedido a la minha de todo tipo de pastel, para que los israelitas pudieran aprender a mirarlo en toda su comida, ya que nada está limpio para nosotros excepto lo que consagra con su bendición. Esta es la razón por la cual Moisés distingue con precisión entre los pasteles que se cocinaron en el horno, en la sartén o en la parrilla.

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