50. Tu fe te ha salvado. Para reprimir esos murmullos, (251) y, al mismo tiempo, para confirmar a la mujer, Cristo elogia su fe. Que otros se quejen como puedan, pero adhiérete firmemente a esa fe que te ha traído una salvación indudable. (252) Al mismo tiempo, Cristo reclama para sí la autoridad que le había sido dada por el Padre; porque, como posee el poder de curación, para él la fe se dirige adecuadamente. Y esto insinúa que la mujer no fue guiada por la imprudencia o el error de acudir a él, sino que, por la guía del Espíritu, había preservado el camino recto de la fe. Por lo tanto, se deduce que no podemos creer en otro que no sea el Hijo de Dios, sin considerar que esa persona tiene la disposición de la vida y la muerte. Si la verdadera razón para creer en Cristo es que Dios le ha dado autoridad para perdonar pecados, cada vez que se le da la fe a otro, ese honor que se le debe a Cristo necesariamente debe ser quitado de él. Este dicho también refuta el error de aquellos que imaginan que el perdón de los pecados es comprado por la caridad; porque Cristo establece un método bastante diferente, que es abrazar por fe la misericordia ofrecida. La última cláusula, Ve en paz, denota ese inestimable fruto de la fe que tan frecuentemente se recomienda en las Escrituras. Trae paz y alegría a las conciencias, y evita que sean conducidas de un lado a otro por la inquietud y la alarma.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad