22. Comenzaron a decirle cada uno de ellos. No creo que los discípulos estuvieran alarmados, ya que las personas golpeadas por el terror no suelen sentirse inquietas sin ningún motivo; pero, aborreciendo el crimen, están deseosos de liberarse de la sospecha. Es, de hecho, una señal de reverencia, que cuando se les culpa indirectamente, no responden con enojo a su Maestro, sino que cada persona se constituye a sí misma en su propio juez (como el objeto al que debemos apuntar principalmente es ser absuelto por su propia boca;) pero, confiando en una buena conciencia, desean declarar francamente cuán lejos están de meditar tal crimen.

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