63. Te conjuro por el Dios vivo. El sumo sacerdote pensaba que esto solo era un crimen suficiente para condenar a Cristo, si profesaba que él era el Cristo. Pero como todos se jactaban de esperar la redención de Cristo, él debería haber preguntado primero si tal era el hecho. Que habría un Cristo, por cuyas manos se entregaría a la gente, no se habrían aventurado a negar. Jesús se adelantó públicamente, llevando el título de Cristo. ¿Por qué no consideran el hecho en sí? ¿Por qué no examinan los signos, por medio de los cuales se podría haber formado una decisión correcta? Pero, habiendo decidido ya matar a Cristo, están satisfechos con esta pretensión de sacrilegio, que él reclamó para sí mismo la gloria de la Divinidad. Y, sin embargo, Caifás examina el asunto bajo juramento, como si hubiera estado preparado para ceder tan pronto como se averiguara por completo; pero todo el tiempo su mente está llena de odio malicioso y desprecio por Cristo, y está tan cegado por el orgullo y la ambición, que da por sentado, que tan pronto como el hecho ha sido comprobado, sin preguntar si es correcto o no. mal, solo tendrá motivos para condenarlo.

Si eres el Cristo, el Hijo de Dios. De las palabras de Caifás podemos inferir que en ese momento era común entre los judíos otorgar al Mesías el título del Hijo de Dios; porque esta forma de interrogación no podría haberse originado de otra manera que no sea la costumbre ordinaria; y, de hecho, habían aprendido de las predicciones de las Escrituras que él no era menos el Hijo de Dios que el Hijo de David. Parece, también, que Caifás empleó este epíteto, ya sea con la idea de aterrorizar a Cristo o de provocar un prejuicio contra él; como si hubiera dicho: “Mira a dónde vas; porque no puedes llamarte a ti mismo el Cristo, sin reclamar, al mismo tiempo, la denominación de Hijo de Dios, con la cual las Escrituras lo honran ". Tal es también su razón para usar la palabra Bendito, que Marcos da en lugar de Dios; por esta pretendida reverencia (232) porque Dios tenía la intención de presentar una carga más pesada contra Cristo que la de profanar el santo nombre de Dios.

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