7. Felices son los misericordiosos Esta paradoja también contradice el juicio de los hombres. (367) El mundo reconoce que esos hombres son felices, que no se preocupan por las angustias de los demás, pero consultan su propia facilidad. Cristo dice que aquellos que son felices, que no solo están preparados para soportar sus propias aflicciones, sino también para participar en las aflicciones de los demás, que ayudan a los desdichados, que voluntariamente participan con aquellos que están angustiados, que se visten ellos mismos, por así decirlo, con el mismo afecto, para que estén más dispuestos a prestarles asistencia. Añade, porque obtendrán misericordia, no solo con Dios, sino también entre los hombres, cuyas mentes Dios dispondrá para el ejercicio de la humanidad. (368) Aunque el mundo entero a veces puede ser desagradecido, y puede devolver la peor recompensa a aquellos que les han hecho actos de bondad, debería ser según los cálculos, esa gracia está con Dios para los misericordiosos y humanos, de modo que ellos, a su vez, lo encontrarán amable y misericordioso (Salmo 103:8).

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