35. Y sucedió, cuando el arca se adelantó. Como su viaje no era pacífico, pero el ataque de los enemigos era constantemente temible, era necesario rogarle a Dios que saliera como si estuviera preparado para la batalla. Así, también, Moisés apoyó su coraje, para que ninguna causa más inmediata de terror los volviera lentos e inertes. Es, entonces, como si hubiera orado así: Oh Señor, no solo muéstranos el camino, sino que también nos lo abres con el poder de tu mano en la destrucción de los enemigos. Él no los llama enemigos del pueblo sino de Dios, para que los israelitas puedan estar seguros de que lucharon bajo sus auspicios; porque así podría esperarse una victoria más segura, ya que el Dios justo, que venga la iniquidad, defendía su propia causa; y también, no fue un pequeño asunto de consuelo y regocijo, cuando la gente escuchó, que cualquiera que se levantara para acosarlos injustamente también eran enemigos de Dios, ya que Él protegería a su pueblo como la niña de Sus ojos. Por lo tanto, el Profeta tomó prestado este pasaje para armar a la Iglesia con confianza y mantenerla alegre bajo los violentos ataques de sus enemigos. (Salmo 68:1.) Además, debe observarse la analogía y la similitud entre el signo visible y la cosa significada; porque Moisés no era tan tonto como para dirigirse al Arca con estas palabras; solo le pidió a Dios que demostrara efectivamente que el Arca era una imagen viva de su poder y gloria.

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