10. ¿Quién puede contar el polvo de Jacob? Por lo tanto, es claro que lo que Balaam debía decir le fue sugerido por Dios, ya que él cita las palabras de la promesa solemne de Dios, en donde la simiente de Abraham se compara con el polvo de la tierra. Aún así, debemos tener en cuenta lo que acabo de anunciar, que, aunque esa multitud se redujo a un pequeño número por el pecado de la gente, sin embargo, esto no fue declarado en vano, ya que ese pequeño cuerpo finalmente se expandió como para llenar todo el mundo. Hablando por hipérbole, entonces, dice que su descendencia sería infinita, ya que la cuarta parte será casi innumerable. Su aspiración a la conclusión es más enfática que una simple afirmación. "¡Yo (él dice) que podría compartir con ellos su último final!" (157) Porque, en primer lugar, cada uno anhela lo que más le conviene; y nuevamente, Balaam se confiesa indigno de ser considerado entre los elegidos de Dios. Por lo tanto, se puede inferir fácilmente cuán tontamente Balak confió en su maldición. Además, en estas palabras se refiere a la felicidad eterna; tanto como para decir que (Israel) sería bendecido en la muerte como en la vida. Al mismo tiempo, es testigo de nuestra futura inmortalidad; no es que se haya reflejado en sí mismo por lo que la muerte de los justos sería deseable, pero Dios extorsionó esta confesión de un hombre impío, de modo que, involuntariamente o sin pensar, exclamó que Dios perseveró tanto en la extensión de su favor paterno hacia su gente, que no dejó de ser amable con ellos, incluso en su muerte. Por lo tanto, se deduce que la gracia de Dios se extiende más allá de los límites de esta vida que perece. Por lo tanto, esta declaración contiene un testimonio notable de nuestra futura inmortalidad. Porque aunque Balaam, tal vez, no consideró a fondo lo que deseaba, aún así, no hay duda de que realmente profesó que lo deseaba para sí mismo. Sin embargo, como suelen hacer los hipócritas, concibió un deseo evanescente, ya que no era en serio lo que buscaba lo que estaba convencido de que era lo mejor. (158)

Los israelitas son llamados justos (recti), como también en otros lugares, no por su propia justicia, sino de acuerdo con la buena voluntad de Dios, que se había dignado separarlos de las naciones impuras.

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