14 Y Moisés se enojó con los oficiales. Un problema exitoso generalmente obtiene perdón por cualquier error en el rendimiento, es decir, de alguna manera los cubre, de modo que no se tengan en cuenta; pero, aunque el ejército trajo consigo muchas causas de felicitación, Moisés no deja de reprobar severamente su única culpa. Con este ejemplo se nos enseña que, si bien alabamos las acciones virtuosas, no debemos aprobar nada que merezca reprensión. La ira de Moisés podría parecernos inhumana, cuando reprocha severamente a sus soldados porque no habían tratado al sexo femenino con la mayor crueldad; pero no es asunto nuestro escrutar los juicios de Dios, ante cuyo tribunal debemos estar todos de aquí en adelante. Aunque, por lo tanto, pueden ser repugnantes de nuestros propios sentimientos, debemos estar seguros de que, aun cuando parezcan excesivos, sin embargo, modera los castigos más severos con la equidad más perfecta; sí, aunque puede que por un tiempo pase por alto o, en cualquier caso, no castigue tan severamente, el mismo pecado en los moabitas que vengó profundamente a los midiantes, todavía hay una causa muy justa para esta distinción, aunque puede estar oculta en su propio pecho. No es nuestra parte murmurar contra Él, para que no se absuelva de sí mismo al condenar nuestra audacia y temeridad blasfema.

Los israelitas pecaron, en eso, cuando solo eran los ministros de la venganza de Dios, no descansaba a su propia discreción relajar ninguna parte de ella. Y esto es digno de observación, que aquellos que están armados con la espada, no deben salir del camino a ningún lado, sino ejecutar fielmente lo que Dios prescriba. Por la alabanza que: se da a la ira de Moisés, se refuta la imaginación de los estoicos, con quienes la indiferencia (207) (ἀπάθεια) es la más alta de las virtudes. Pero más bien debemos trabajar para que todos nuestros afectos procedan de un buen motivo, y que se los mantenga bajo tal restricción, que no puedan contener la ebullición de la pasión carnal, sino que el celo espiritual pueda presidir en ellos. Moisés, sin embargo, da la razón por la cual las mujeres no debían salvarse más que los hombres, es decir, porque se habían prostituido para tender trampas mortales a los israelitas. En cuanto a los pequeños, la misma razón no los afectó, ya que no eran culpables de ningún delito; sin embargo, no es dudoso sino que Dios justamente deseaba que el nombre mismo de esta nación malvada e irrecuperable se borrase por completo; así como luego entregó a la destrucción a las naciones de Canaán, junto con sus descendientes. Sin embargo, surge la pregunta de por qué las mujeres, que "no habían conocido a un hombre", debían distinguirse de las vírgenes. Los judíos, de acuerdo con su costumbre, inventan una fábula (208) en respuesta, mientras que es probable que la decisión se haya tomado solo en función de su edad. .

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