1. Y los principales padres de las familias. Puede parecer extraño que Dios haya dado una ley imperfecta con referencia a la sucesión, como si lo que se dirá ahora no se le hubiera ocurrido hasta que los principales hombres de las familias (de Maquir,) le recordaron a Moisés (201) que era injusto que se heredaran las herencias, lo que habría sido el caso si las hijas de Zelofehad se hubieran casado con otras tribus, mientras que su porción hubiera caído en el lote de la tribu de Manasés. Porque lo que cayó en manos de los de otra tribu, fue una disminución de ese lote. Como, por lo tanto, Dios había provisto recientemente para preservar los derechos de los individuos, ahora trata de la ventaja o pérdida general. Entonces, ¿cuál puede ser el significado de la objeción, que Dios solo consideró la mitad de lo que era correcto? En mi opinión, Él arregló sus respuestas de tal manera que solo cuando se le preguntó, asignó a cada uno sus derechos. Las hijas de Zelofehad vinieron y exigieron justicia a Moisés y a los ancianos, y Dios cumple con sus oraciones. Ahora vienen los jefes de la tribu y agitan la pregunta con respecto a la pérdida en que incurrirían por la alienación de las herencias; y luego se prevé que otras tribus no se enriquezcan con su pérdida. En resumen, aunque Dios pudo haber anticipado esto espontáneamente, prefirió concederlo a pedido de aquellos que no preguntaron nada más que lo que era justo y equitativo. Porque no se puede decir que en este caso sucedió, como sucede a menudo, que, aunque cada uno mantiene pertinazmente su propia causa, y está ansioso por promover sus propios intereses, una pregunta surge de otra; porque, cuando Dios conoce el caso, declara que ambas partes solo exigieron lo que era correcto. Se deduce, por lo tanto, que Dios retuvo sus decisiones por decisión propia hasta que surgieron naturalmente de las circunstancias del caso. Es un dicho común que la ley no prevé las cosas que rara vez ocurren. (202) Por lo tanto, se habría supuesto comúnmente que esta ley era superflua; y especialmente habría restado algo de la autoridad de su enseñanza, si Moisés hubiera tratado este asunto insignificante, las circunstancias no lo hubieran llevado a ello. En resumen, Dios permitió que lo interrogaran familiarmente con respecto a puntos dudosos sin importancia primordial, para que la posteridad pudiera reconocer su respuesta como una prueba de su indulgencia paterna. Mientras tanto, tengamos en cuenta que si las cosas celestiales son el tema de tanta ansiedad para nosotros, como lo fueron las cosas terrenales para los hijos de Manasés, la regla que debemos observar siempre se nos aclarará.

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