1. Los recomiendo, etc. La mayor parte de este capítulo está dedicada a los saludos; y como no contienen dificultades, sería inútil detenerse mucho tiempo en ellas. Solo mencionaré aquellas cosas que requieren algo de luz mediante una explicación.

Primero les recomienda a Phoebe, a quien le dio esta Epístola para que la trajeran; y, en primer lugar, la felicita por su cargo, porque ella desempeñó una función muy honorable y santa en la Iglesia; y luego aduce otra razón por la que deberían recibirla y mostrarle toda su amabilidad, porque ella siempre había sido una ayuda para todos los piadosos. Como entonces era una asistente (469) de la Iglesia Cenchreana, él ordena que por ese motivo ella sea recibida en el Señor; y al agregar como se encuentra para los santos, él insinúa que sería impropio de los siervos de Cristo no mostrar su honor y amabilidad. Y como nos corresponde abrazar con amor a todos los miembros de Cristo, seguramente debemos considerar y especialmente amar y honrar a aquellos que desempeñan un cargo público en la Iglesia. Y además, como ella siempre había estado llena de amabilidad con todos, él le pide que le brinden ayuda y asistencia en todas sus preocupaciones; porque es lo que requiere la cortesía, que el que está naturalmente dispuesto a la bondad no debe ser abandonado cuando necesite ayuda, y para inclinar más sus mentes, él se cuenta entre aquellos a quienes ella había ayudado.

Pero este servicio, del que habla sobre lo que era, nos enseña en otro lugar, en 1 Timoteo 5:9, ya que los pobres fueron apoyados por el tesoro público de la Iglesia, por lo que fueron atendidos por aquellos en cargos públicos, y por este cargo fueron elegidas viudas, quienes sin preocupaciones domésticas, y sin hijos, deseaban consagrarse totalmente a Dios por deberes religiosos, por lo tanto, fueron recibidos en esta oficina como aquellos que tenían abandonados por completo, y atados a su cargo de una manera como él, quien tras haber contratado sus propios trabajos, deja de ser libre y de ser su propio maestro. Por lo tanto, el Apóstol los acusa de haber violado su fe, quienes renunciaron al cargo que una vez habían emprendido, y como les correspondía vivir en la viudez, les prohibió ser elegidos menores de sesenta años de edad, (1 Timoteo 5:9,) porque previó que, bajo esa edad, el voto del celibato perpetuo era peligroso, sí, que podía resultar ruinoso. Esta función tan sagrada, y muy útil para la Iglesia, cuando el estado de cosas había empeorado, degeneró en el orden ocioso de las monjas; que, aunque corrupto al principio, y contrario a la palabra de Dios, se ha alejado tanto de lo que era al comienzo, que no hay diferencia entre algunos de los santuarios de castidad y un burdel común.

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