21. Qué fruto, entonces, etc. No podía expresar de manera más llamativa lo que pretendía que apelar a su conciencia y confesar vergüenza como estaba en su persona. De hecho, los piadosos, tan pronto como comienzan a ser iluminados por el Espíritu de Cristo y la predicación del evangelio, reconocen libremente que su vida pasada, que han vivido sin Cristo, ha sido digna de condenación; y hasta ahora están tratando de disculparlo, por el contrario, se sienten avergonzados de sí mismos. Sí, además, recuerdan su propia desgracia, de modo que avergonzados, pueden ser humillados ante Dios de una manera más verdadera y fácil.

Tampoco lo que él dice es insignificante, de lo cual ahora están avergonzados; porque él insinúa que estamos poseídos con un amor extremadamente ciego por nosotros mismos, cuando estamos involucrados en la oscuridad de nuestros pecados, y no pensamos que hay tanta suciedad en nosotros. Solo la luz del Señor puede abrir nuestros ojos para contemplar la inmundicia que yace escondida en nuestra carne. Solo entonces está imbuido de los principios de la filosofía cristiana, que bien ha aprendido a estar realmente disgustado consigo mismo y a sentirse avergonzado por su propia miseria. Por último, muestra aún más claramente de lo que iba a seguir, cuánto deberían haberse avergonzado, es decir, cuando llegaron a comprender que habían estado de pie en el precipicio de la muerte y que habían estado cerca de la destrucción; sí, que ya habrían entrado en las puertas de la muerte, si no hubieran sido reclamados por la misericordia de Dios.

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