Comentario Biblico de Juan Calvino
Salmo 106:47
47. ¡Sálvanos, Jehová nuestro Dios! De la conclusión del salmo, es evidente, que fue compuesto durante la triste y calamitosa dispersión de la gente. Y aunque después de los tiempos de Hageo y Malaquías, no aparecieron profetas famosos entre la gente, sin embargo, es probable que algunos de los sacerdotes estuvieran dotados del espíritu de profecía, para poder dirigirlos a la fuente de donde podrían recibir Todo el consuelo necesario. En mi opinión, después de que fueron dispersados por la tiranía de Antíoco, esta forma de oración se adaptó a la exigencia de sus circunstancias existentes, en las que las personas, al reflexionar sobre su historia anterior, podrían reconocer que sus padres habían, en maneras innumerables, provocaron a Dios a la ira, desde el momento en que los había liberado. Porque era necesario que se humillaran por completo, para evitar que murmuraran contra las dispensaciones de Dios. Y viendo que Dios había extendido el perdón a sus padres aunque no lo merecían, eso se calculó para inspirarlos de aquí en adelante con la esperanza del perdón, siempre y cuando buscaran cuidadosamente y cordialmente reconciliarse con él; y especialmente este es el caso, porque aquí hay un recuerdo solemne del pacto, a través de la fe de la cual podrían acercarse a Dios, aunque su ira aún no fue rechazada. Además, como Dios los había elegido para ser su pueblo peculiar, lo invocan para que reúna en un solo cuerpo a los miembros diseminados y sangrantes, según la predicción de Moisés:
“Si alguno de ustedes es expulsado a las partes más remotas del cielo, desde allí el Señor su Dios los reunirá, y de allí los traerá”, Deuteronomio 30:4
Esta predicción finalmente se cumplió, cuando la multitud ampliamente separada se reunió y creció en la unidad de la fe. Porque aunque esa gente nunca recuperó su reino y política terrenales, sin embargo, ser injertados en el cuerpo de Cristo, era una reunión más preferible. Dondequiera que estuvieran, estaban unidos entre sí, y también a los conversos gentiles, por el vínculo sagrado y espiritual de la fe, de modo que constituían una sola Iglesia, que se extendía por toda la tierra. Se unen al fin contemplado por su redención del cautiverio, es decir, para celebrar el nombre de Dios y emplearse continuamente en sus alabanzas.