Comentario Biblico de Juan Calvino
Salmo 113:2
2 Bendito sea el nombre de Jehová El profeta confirma lo que dije anteriormente, que las alabanzas de Dios deben continuar durante todo el curso de nuestra vida. Si su nombre ha de ser alabado continuamente, debería ser, al menos, nuestro esfuerzo sincero, durante nuestra breve peregrinación aquí, que el recuerdo pueda florecer después de que estemos muertos. En el siguiente verso, él extiende la gloria del nombre de Dios a todas las partes de la tierra; por lo que nuestra apatía será totalmente inexcusable, si no hacemos que sus alabanzas resuenen entre nosotros. Según la ley, Dios no podía ser alabado correctamente, excepto en Judea por su propio pueblo, a quien el conocimiento de él estaba limitado. Sin embargo, sus obras, que son visibles para todas las naciones, son dignas de la admiración de todo el mundo. En el mismo sentido, está la siguiente cláusula sobre la gloria de la gloria de Dios; porque ¿puede haber algo más básico que ampliarlo, pero rara y tardíamente, teniendo en cuenta que debería llenar nuestros pensamientos de admiración cautivadora? Al ensalzar el nombre de Dios tan altamente, el profeta intenta mostrarnos que no hay motivos para la indiferencia; ese silencio saborearía la impiedad si no nos esforzáramos al máximo de nuestra capacidad de celebrar sus alabanzas, para que nuestros afectos puedan, por así decirlo, elevarse por encima de los cielos. Cuando agrega, que Dios está muy por encima de todas las naciones, hay un reproche implícito, por el cual él impone al pueblo elegido el cargo de apatía en el ejercicio de la alabanza. Porque ¿puede haber algo más absurdo que aquellos que son testigos oculares de la gloria de Dios, que brilla incluso entre los ciegos, para abstenerse de hacer que sea el tema de sus alabanzas? En el mismo momento en que Dios confirió a los judíos el honor exclusivo de ser los depositarios del conocimiento de su doctrina celestial, no obstante, según Pablo, no estaba sin testigo (Hechos 14:17; Romanos 1:20) Después de la promulgación del Evangelio, su exaltación por encima de las naciones fue más evidente, porque entonces todo el mundo quedó bajo su influencia.