139. Mi celo me ha consumido. (17) El salmista habla de sus perseguidores, por quienes está seguro de que había sido objeto de muchos problemas. Pero aunque fueron virulentos y crueles hacia él, él declara que no fueron tanto sus propios errores privados lo que lo ofendieron como la violación de la ley de Dios; sí, más bien, que estaba tan consumido por el dolor en esa cuenta que no se vio afectado en absoluto por sus propios problemas individuales. Este es un ejemplo del cual se pueden derivar muchas ganancias. Somos demasiado tiernos y delicados para soportar errores; y, por lo tanto, es que si nos tocan con un dedo, nos enfadamos instantáneamente con ira, mientras que al mismo tiempo nos vemos afectados con frialdad por las ofensas más graves cometidas contra Dios. Pero si estamos animados con el celo que inspiró al Profeta, nos llevará a otro tipo de tristeza, que tomará posesión total de nuestras almas.

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