49. Recuerda tu palabra. Ora para que Dios realmente cumpla lo que prometió; porque el evento prueba que no olvida su palabra. Que él está hablando de las promesas que inferimos del final del versículo, en el que declara, que la causa le fue dada a la esperanza, para la cual no habría lugar a menos que se le presentara la gracia. En el segundo verso afirma, que aunque Dios aún lo mantenía en suspenso, él reposó con confianza en su palabra. Al mismo tiempo, nos informa que, durante sus problemas y ansiedades, no buscó un vano consuelo, como suele hacer el mundo, quienes miran a su alrededor en todas partes para encontrar algo que mitigue sus miserias; y si alguna atracción les hace cosquillas, las utilizan como remedio para aliviar sus penas. Por el contrario, el profeta dice que estaba satisfecho con la palabra de Dios mismo; y que cuando todos los demás refugios le fallaron, allí encontró la vida plena y perfecta; sin embargo, confiesa encubiertamente que si no adquiere coraje de la palabra de Dios, se volverá como un hombre muerto. Los impíos a veces pueden experimentar elevación de espíritu durante sus miserias, pero son totalmente indigentes de esta fuerza mental interior. El profeta, entonces, tenía buenas razones para declarar que, en el momento de la aflicción, los fieles experimentan animación y rigor únicamente de la palabra de Dios que los inspira con la vida. Por lo tanto, si meditamos cuidadosamente en su palabra, viviremos incluso en medio de la muerte, y no nos encontraremos con un dolor tan fuerte que no nos proporcione un remedio. Y si no tenemos consuelo ni socorro en nuestras adversidades, la culpa debe recaer sobre nosotros mismos; porque, despreciando o pasando por alto la palabra de Dios, nos engañamos a nosotros mismos con vano consuelo.

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