Comentario Biblico de Juan Calvino
Salmo 122:8
8. Por el bien de mis hermanos y vecinos. Especifica dos causas por las cuales sintió un interés por la Iglesia, con el propósito de estimular, con su ejemplo, a todos los fieles a ejercer el mismo cuidado. Estas palabras, sin embargo, parecen contener un contraste tácito. Entre los malvados y maliciosos podría ser objeto de sospecha o, al menos, corría el riesgo de ser calumniado; como si, al elogiar a Jerusalén, tuviera más interés en su ventaja particular que en el bienestar público. Por lo tanto, para eliminar todo terreno para objetar, que al hablar así se esforzaba astutamente por establecer su propio reino, protesta, que no está influenciado por consideraciones personales, sino por una preocupación por toda la Iglesia, que abrazó con un sincero afecto de corazon. ¡Hablaré, dice él, oh Jerusalén! de tu paz, no porque sea provechosa para mí o para la mía, sino porque tu prosperidad se extenderá a todos los hijos de Dios; porque bajo el término hermanos, sin duda comprende a todos los creyentes que lo hizo, porque la adoración a Dios, lejos de permanecer entera, se arruinaría a menos que Jerusalén continuara en pie. Si entonces consideramos que la salvación de nuestros hermanos es un objeto de importancia, si la religión está con nosotros como una cuestión de trabajo del corazón, debemos, al mismo tiempo, tanto como en nuestras mentiras, interesarnos en el La prosperidad de la Iglesia. De donde se sigue, que aquellos que son indiferentes a su condición, no son menos crueles que impíos; porque si ella es "el pilar y el fundamento de la verdad", la consecuencia inevitable de su destrucción debe ser la extinción de la verdadera piedad. Y si el cuerpo es destruido, ¿cómo puede cada uno de los miembros dejar de involucrarse en la destrucción? Además, este pasaje nos enseña que la Iglesia no es un título vacío, sino que debe buscarse donde prevalece la verdadera religión. De donde parece, qué tontos son los papistas, quienes, a pesar de haber rechazado y derrocado la doctrina del Evangelio, se jactan poderosamente del nombre de la Iglesia.