22. Y dije con miedo. David aquí confiesa que por su desconfianza merecía ser abandonado por Dios y dejarlo perecer. Es cierto que confesar esto ante los hombres sentía que era algo vergonzoso; pero para que pueda ilustrar más plenamente la gracia de Dios para él, duda en no publicar la vergüenza de su culpa. Repite casi el mismo reconocimiento en Salmo 116:11, "Dije de prisa, Todos los hombres son mentirosos". Soy consciente de que algunos explican la palabra hebrea חפז, chaphaz, que significa vuelo; como si David, al huir de la muerte, porque no pudo hacer resistencia, se vio afectado por este miedo. Pero lo refiero más bien a su problema mental. Si, por lo tanto, traducimos prisa o miedo, significa que había sido llevado, por así decirlo, de cabeza para entretener la idea de que Dios lo había descuidado. Y esta prisa se opone a la consideración tranquila y deliberada; porque aunque David sintió temor, no se desmayó durante el juicio, y esta persuasión no continuó fija en su mente. Porque sabemos que los fieles a menudo se sienten inquietos por los temores y el calor de la impaciencia, o impulsados ​​por sus deseos demasiado precipitados o precipitados, pero luego vuelven a sí mismos. El hecho de que la fe de David nunca había sido derrocada por esta tentación se desprende del contexto, porque agrega de inmediato, que Dios había escuchado la voz de sus súplicas; pero si su fe se hubiera extinguido, no podría haber pensado seriamente en rezar, y por lo tanto, esta queja fue solo un lapso de la lengua pronunciada a toda prisa. Ahora bien, si la apresurada precipitación del pensamiento podría conducir a este santo profeta de Dios, un hombre que estaba adornado con tantas excelencias, a la desesperación, ¿por qué razón tenemos que temer, para que nuestras mentes fallen y nos arruinen fatalmente? Esta confesión de David, como ya hemos observado, sirve para magnificar la gracia de Dios; pero al mismo tiempo muestra suficientemente, en la segunda cláusula del verso, que su fe, aunque severamente sacudida, no había sido completamente erradicada, porque no dejó de rezar. Los santos a menudo luchan de esta manera con su desconfianza, para que en parte no se desanimen, y para que en parte puedan reunir coraje y se estimulen para orar. Tampoco la debilidad de la carne, incluso cuando están casi derrocados, les impide demostrar que son campeones incansables e invencibles ante Dios. Pero aunque David resistió con firmeza la tentación, no obstante se reconoce indigno de la gracia de Dios, de la cual, en cierta medida, se privó de su duda. Porque la partícula hebrea אכן, aken, debe entenderse de manera adversa y representarse aún, insinuando que David había sido preservado sin ningún desierto propio, en la medida en que la inmensurable bondad de Dios luchaba con su incredulidad. Pero como es un signo de afirmación en hebreo, he considerado apropiado traducirlo, pero de verdad. No tengo dudas de que él opone su lenguaje a las diversas tentaciones con las cuales, es probable, su mente había sido conducida de un lado a otro.

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