4. Durante el día y la noche tu mano fue pesada sobre mí. En este verso explica más completamente de dónde surgió ese dolor tan pesado; a saber, porque sintió que la mano de Dios le dolía contra él. La mayor de todas las aflicciones es estar tan fuertemente presionado con la mano de Dios, que el pecador siente que tiene que ver con un juez cuya indignación y severidad implican en ellos muchas muertes, además de la muerte eterna. David, en consecuencia, se queja de que su humedad se secó, no simplemente por meditar sobre sus aflicciones, sino porque había descubierto su causa y la primavera. Toda la fuerza de los hombres falla cuando Dios aparece como Juez y se humilla y los deja postrados exhibiendo los signos de su disgusto. Entonces se cumple el dicho de Isaías:

"La hierba se seca, la flor se desvanece, porque el Espíritu del Señor sopla sobre ella". (Isaías 40:7)

El salmista, además, nos dice que no era un castigo común por el cual se le había enseñado realmente a temer la ira divina; porque la mano del Señor no dejó de serle pesado tanto de día como de noche. Desde niño, de hecho, se había inspirado con el temor de Dios, por la influencia secreta del Espíritu Santo, y se le había enseñado en la verdadera religión y piedad mediante una sana doctrina e instrucción. Y, sin embargo, esta instrucción fue tan insuficiente para alcanzar esta sabiduría, que tuvo que ser enseñado nuevamente como un principiante en medio de su curso. Sí, aunque hacía mucho tiempo que estaba acostumbrado a llorar por sus pecados, todos los días volvía a ser reducido a este ejercicio, que nos enseña, cuánto tiempo transcurre antes de que los hombres se recuperen una vez que hayan caído; y también cuán lentos son para obedecer hasta que Dios, de vez en cuando, redoble sus llagas y las aumente día a día. Si alguien pregunta acerca de David, si se ha vuelto insensible bajo las llagas que bien sabía que le fueron infligidas por la mano de Dios, el contexto proporciona la respuesta; a saber, que lo mantuvieron deprimido y encadenado por penas desconcertantes y lo distrajo con tormentos persistentes, hasta que estuvo bien sometido y se hizo manso, que es la primera señal de buscar un remedio. Y esto nuevamente nos enseña, que no es sin causa que los castigos por los cuales Dios parece tratar cruelmente con nosotros se repiten, y su mano se hizo pesada contra nosotros, hasta nuestro orgullo feroz, que sabemos que no es tameable, a menos que sometido con las rayas más pesadas, se humilla.

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