38. Sin embargo, él, siendo misericordioso, expió su iniquidad. Para mostrar más completamente que ningún medio había logrado doblegar a los israelitas y hacer que volvieran a un estado mental sano, ahora se nos informa que, aunque Dios descubrió sus transgresiones multiplicadas y ejerció su misericordia al perdonarlos, no había manifestado menos su maldad al abusar de su benignidad en cada caso en que se mostraba, que se habían mostrado refractarios y obstinados cuando los trataba con severidad. Al mismo tiempo, se asigna la razón por la cual no perecieron por completo. Sin duda merecían estar involucrados en una destrucción común; pero se declara que Dios mitigó su ira, para que quedara una semilla de ellos. Que ninguno pueda inferir, a partir de estos ejemplos de venganza que se han mencionado, que Dios había procedido a castigarlos con severidad indebida, se nos dice que los castigos que se les infligieron fueron moderados, sí, leves, en comparación con la naturaleza agravada de sus maldad. Dios retuvo su mano, sin mirar tanto a lo que se merecían, sino deseando dar lugar a su misericordia. Sin embargo, no debemos imaginar que él es cambiante, cuando en un momento nos castiga con cierto grado de severidad, y en otro momento nos atrae suavemente y nos seduce; porque en el ejercicio de su incomparable sabiduría, recurre a diferentes medios para probar si realmente hay alguna esperanza de nuestra recuperación. Pero la culpa de los hombres se agrava más, cuando ni su severidad puede reformarlos ni su misericordia los derrite. Debe observarse que la misericordia de Dios, que es un atributo esencial de su naturaleza, se asigna aquí como la razón por la que salvó a su pueblo, para enseñarnos que no fue inducido por ninguna otra causa que no sea esta, para mostrar tan inclinado y dispuesto a perdonar. Además, como los perdonó no solo en un caso, ni en un aspecto, se afirma que expió su iniquidad, para que no pudiera destruirlos; y de nuevo, que aunque a menudo había sido provocado, dejó de no rechazar su ira; y, finalmente, que mitigaba sus castigos, para que la gente no se abrumara con el peso de ellos.

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