1 ¡Oh Señor! has sido nuestra morada. Al separar la simiente de Abraham por un privilegio especial del resto de la familia humana, el salmista magnifica la gracia de la adopción, por la cual Dios los había abrazado como sus hijos. El objeto que tiene a la vista en este exordio es que Dios ahora renovaría la gracia que había mostrado en los viejos tiempos hacia los santos patriarcas, y la continuaría hacia su descendencia. Algunos comentaristas piensan que alude al tabernáculo, porque en él la majestad de Dios no era menos llamativa que si hubiera vivido en medio del pueblo; pero esto me parece completamente fuera de lugar. Más bien comprende todo el tiempo en que los Padres residieron en la tierra de Canaán. Como el tabernáculo aún no había continuado por el espacio de cuarenta años, la larga duración aquí mencionada —nuestro hogar de generación en generación— no sería aplicable en absoluto. No tiene la intención de contar lo que Dios demostró ser para con los israelitas desde el momento en que los liberó de Egipto; pero lo que sus padres habían experimentado que era en todas las edades, incluso desde el principio. (565) Ahora se declara que como siempre habían sido peregrinos y vagabundos, Dios era para ellos en lugar de una morada. Sin duda, la condición de todos los hombres es inestable sobre la tierra; pero sabemos que Abraham y su posteridad fueron, sobre todo, extranjeros, y como exiliados. Como, entonces, deambularon por la tierra de Canaán hasta que fueron llevados a Egipto, donde vivían solo por el sufrimiento del día a día, era necesario que buscaran una morada a la sombra de Dios, sin la cual Difícilmente podrían considerarse habitantes del mundo, ya que continuaron en todas partes extraños, y luego fueron conducidos a través de muchas vueltas y curvas. La gracia que el Señor mostró al sostenerlos en sus andanzas y al protegerlos con su mano cuando residieron entre naciones salvajes y crueles, y fueron expuestos a un trato perjudicial en sus manos: Moisés exalta esta gracia en términos muy llamativos, cuando él representa a Dios como una morada o lugar de vivienda para estos pobres fugitivos que continuamente deambulaban de un lugar a otro en busca de alojamiento. Esta gracia la magnifica por el período de tiempo durante el cual ha sido ejercida; porque Dios dejó de preservarlos y defenderlos por más de cuatrocientos años, tiempo durante el cual vivieron bajo las alas de su protección.

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