6 Pero que pregunte con fe. Él muestra aquí, primero la forma correcta de orar; porque como no podemos orar sin la palabra, por así decirlo, guiando el camino, debemos creer antes de orar; porque testificamos con oración que esperamos obtener de Dios la gracia que él ha prometido. Así, todo aquel que no tiene fe en las promesas, ora disimuladamente. Por lo tanto, también, aprendemos qué es la verdadera fe; James, después de habernos pedido que pidamos con fe, agrega esta explicación, nada vacilante o sin dudar nada. Entonces la fe es lo que se basa en las promesas de Dios y nos asegura de obtener lo que pedimos. Por lo tanto, se deduce que está conectado con la confianza y certeza en cuanto al amor de Dios hacia nosotros. El verbo διακρίνεσθαι, que él usa, significa apropiadamente indagar en ambos lados de una pregunta, según la forma de los suplicantes. Él nos haría entonces que estuviéramos tan convencidos de lo que Dios había prometido una vez, como para no admitir dudas de si será escuchado o no.

El que agita, o duda. Con esta similitud, expresa de manera sorprendente cómo Dios castiga la incredulidad de quienes dudan de sus promesas; porque, por su propia inquietud, se atormentan internamente; porque nunca hay calma para nuestras almas, excepto que se acuerdan de la verdad de Dios. Él, por fin, concluye, que tales no son dignos de recibir nada de Dios.

Este es un pasaje notable, adecuado para refutar ese dogma impío que se cuenta como un oráculo bajo todo el papado, es decir, que debemos rezar con dudas y con incertidumbre sobre nuestro éxito. Este principio, entonces, lo sostenemos, que nuestras oraciones no son escuchadas por el Señor, excepto cuando tenemos la confianza que obtendremos. De hecho, no puede ser de otra manera, pero que a través de la debilidad de nuestra carne debemos ser sacudidos por varias tentaciones, que son como motores empleados para sacudir nuestra confianza; para que no se encuentre a nadie que no vacile y tiemble según el sentimiento de su carne; pero las tentaciones de este tipo deben ser superadas por la fe. El caso es el mismo que con un árbol, que tiene raíces firmes; tiembla, de hecho, a través del viento, pero no está desarraigado; por el contrario, se mantiene firme en su propio lugar.

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