Josué 6:26
26 En aquel tiempo Josué les hizo este juramento diciendo: — ¡Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad de Jericó! A costa de su primogénito colocará sus cimientos, y a costa de su hijo menor asentará sus puertas.
Jos. 6:26 y 1 Reyes 16:34 . “Y Josué los conjuró en aquel tiempo, diciendo: Maldito sea el varón delante de Jehová que se levantare y edificare esta ciudad Jericó; él pondrá los cimientos de ella en su primogénito, y en su hijo menor levantará sus puertas. ." Jericó aquí fue un tipo notable de la iglesia de los elegidos.
Jericó era una ciudad maldita dedicada, estaba dedicada a la destrucción perfecta y eterna. A la destrucción perfecta, en el sentido de que todo hombre, mujer y niño, buey, oveja y asno, fueron destruidos por mandato de Dios, y se prohibió que se volvieran a construir. Así que los elegidos están naturalmente bajo la maldición de la ley, que dedica a aquellos que la han quebrantado a la destrucción perfecta y eterna. Sin embargo, esta ciudad era muy capaz de ser redimida de esa maldición; pero eso fue solo por la maldición que se transfirió sobre el que lo construyó.
Así que a la iglesia de los elegidos no se le podía quitar la maldición de ninguna otra manera sino poniéndola sobre Cristo, quien se comprometió a restaurarla. Así que Hiel el betelita representó a Cristo, quien es del verdadero Betel, o casa de Dios, el cielo. En su primogénito pondrá los cimientos de ella, y en su hijo menor levantará sus puertas. Así su hijo mayor representó a Cristo que es el primogénito de toda criatura, y es nuestro hermano mayor.
El fundamento de la iglesia redimida y restaurada está puesto en la sangre del primer y unigénito Hijo de Dios. Las puertas de la misma debían ser establecidas en su hijo menor; así que después de que la iglesia sea redimida por Cristo, sus puertas serán erigidas en la sangre de los mártires. Es de esa manera que la iglesia debe ser erigida y terminada, y llevada a su determinada gloria y prosperidad en el mundo, aun a través de los sufrimientos y persecuciones de los creyentes. Jericó, aunque una vez fue una ciudad maldita de los cananeos; sin embargo, después de haber sido así redimida de la maldición, se convirtió en una escuela de profetas. 2 Kin. 2 y 4:38; 6:1, 2.