F. οὐδεὶς γὰρ ἡμῶν ἑαυτῷ ζῇ κ. τ. λ. La verdad que ha sido afirmada con respecto al uso cristiano de la comida, y la observancia o no observancia de los días, se basa aquí en una verdad mayor de la cual es parte. Toda su vida no le pertenece a sí mismo, sino a su Señor. “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”, no significa, “la conducta de cada uno afecta a los demás para bien o para mal, quiera o no”; significa, “ningún cristiano es su propio fin en la vida; lo que está siempre presente en su mente, como regla de su conducta, es la voluntad y el interés de su Señor”.

Lo mismo vale para su muerte. No elige ni el momento ni el modo de hacerlo, como un estoico romano, para complacerse a sí mismo. Muere cuando el Señor quiere, como el Señor quiere, e incluso por su muerte glorifica a Dios. En Romanos 14:14 ss. Pablo viene a hablar de la influencia de la conducta sobre los demás; pero aquí no hay tal cosa a la vista; la prominencia dada a τῷ κυρίῳ (τοῦ κυρίου) tres veces en Romanos 14:8 muestra que la única verdad presente en su mente es el significado determinante, para la conducta cristiana, de la relación con Cristo. Esto (idealmente) determina todo, tanto en la vida como en la muerte; y todo lo que está determinado por ella es justo.

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