“Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos”.

Isaías, Isaías 29:14 , había declarado en el momento en que Senaquerib amenazaba a Judá, que la liberación concedida por Jehová a Su pueblo sería Su obra, no la de los hábiles políticos que dirigían los asuntos del reino. ¿No fueron ellos, por el contrario, quienes, al aconsejar la alianza con Egipto, provocaron la intervención asiria y allanaron así el camino para la destrucción de Judá? Es sobre el mismo principio, dice el apóstol, que Dios ahora procede a salvar al mundo. La arrebata de la perdición por un acto de su propio amor, y sin dignarse en lo más mínimo juntar con Él la sabiduría humana, que por el contrario barre como locura.

Los verbos en futuro destruiré... apartaré , expresan una máxima general del gobierno divino, que se aplica a cada caso particular y encuentra su plena realización en la salvación por la cruz. Pablo cita según la LXX., quienes atribuyen directamente a Dios (“destruiré...”, etc.) lo que Isaías había representado como resultado del acto divino: “Perecerá la sabiduría”, etc.

᾿Αθετεῖν, dejar de lado , como inútil o sin valor. No sólo Dios en su plan no ha pedido el consejo de la sabiduría humana, y no sólo en la ejecución del mismo dispensa deliberadamente su ayuda, sino que incluso trata sus demandas con una contradicción directa. El siguiente versículo destaca con fuerza este tratamiento al que está sujeto en el evangelio.

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