“¡Gracia y paz sean con vosotros, de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo!”

Esta oración es la paráfrasis cristiana de dos salutaciones, la griega (χαίρειν, Hechos 23:26 ) y la hebrea (“Paz a ti”).

La gracia es la buena voluntad divina, inclinándose compasivamente hacia el pecador para perdonarlo; hacia el niño reconciliado, para bendecirlo. La paz es la tranquilidad profunda con que la fe en este amor divino llena el corazón del creyente.

Pablo no dice: “sea para vosotros de Dios por Jesucristo”, sino “de Dios y de Jesucristo”, pues Jesús no es a sus ojos el canal impersonal del amor divino; Ama con su peculiar amor de hermano, como Dios ama con su amor de Padre.

Con esta oración, el apóstol invita a los corintios a reponerse siempre de nuevo bajo el influjo de esta doble fuente de salvación, el amor del Padre y el amor del Hijo.

Hemos dicho que en la dirección de las cartas de Pablo ya se delatan las preocupaciones que preocupan su mente en el momento de escribir; esto es fácil de establecer en las Epístolas a los Romanos ya los Gálatas, y hemos visto la prueba de ello también en el discurso que acabamos de estudiar. La santidad es la característica de los miembros de la Iglesia; la relación de vida común entre la Iglesia particular y la Iglesia universal; la dignidad de Señor, como competente sólo a Jesús: tales son los rasgos que distinguen este discurso de todos los demás; y ¿no es manifiesto que son dictados al apóstol por las circunstancias particulares de la Iglesia de Corinto, en el tiempo en que él escribió?

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