Corrección doctrinal

15 El creyente no sólo está exento de la autoridad de los apóstoles de la Circuncisión, sino que, en espíritu, está fuera del alcance de toda jurisdicción humana. Incluso antes de Su resurrección, nuestro Señor le recordó a Pilato que él no tenía ninguna autoridad en Su caso excepto la que le había sido concedida desde arriba (Juan_19:10-11). Al resucitar, revocó la sentencia de muerte pronunciada contra Él por el Sanedrín y el gobernador romano.

16 La prohibición de ciertos alimentos bajo la ley, la observancia de fiestas y ayunos y días de descanso, todo presagiaba el descanso y el gozo y la abundancia de ese futuro reino en la tierra, en el cual el cuerpo de Cristo no tiene parte. La imagen divina de nuestra porción es el cuerpo físico de Cristo, resucitado, ascendido y sentado a la diestra de Dios en las esferas celestiales. Como los miembros físicos son para este cuerpo, así nosotros, Sus miembros espirituales, somos para Él. Nosotros también somos despertados y sentados allí, y somos los instrumentos a través de los cuales Él efectuará la voluntad de Su Padre en el empíreo.

19 "Tomar la cabeza" es una expresión sucinta de nuestro deber como miembros del cuerpo de Cristo. Una conexión y sujeción conscientes a Él como nuestra Cabeza nos separará de las cosas del mundo, ya sea su religión (por divino que sea su origen) o su filosofía. Cualquier intento de mejorar nuestra posición ante Dios por medios físicos, ya sea apelando a los sentidos o refrenando sus necesidades normales, niega nuestra plenitud en Cristo.

CORRECCIÓN-DEPORTE

El secreto de agradar a Dios es una conducta conforme a nuestra posición espiritual. La clave de esta posición es la gran verdad de que no sólo hemos muerto y hemos sido resucitados con Cristo, sino que hemos ascendido con Él a las esferas celestiales. Nuestros intereses, nuestras expectativas, ya no están en la tierra, sino entre los celestiales. Que esta gran y gloriosa verdad esté detrás de nuestros motivos y nos guíe por el camino que le agrada a Él.

Corrección-Comportamiento

5 Somos exhortados a transformar la fe en hechos. ¿Estamos muertos para el mundo? Entonces vivamos como aquellos que han superado las prácticas que la contaminan. ¿Cómo podemos mantenernos en el curso que atraerá la indignación de Dios no sobre nosotros, sino sobre aquellos que no confían en Él?

9 La vieja humanidad, con su diversidad y división, ya no refleja la Imagen de su Creador. En la humanidad nueva, o fresca, en la que Cristo desplaza a Adán, estas divisiones desaparecen. La religión del judío y la filosofía del griego, los privilegios del

La circuncisión y la proscripción de la incircuncisión, la sujeción del esclavo y la superioridad del hombre libre, todo esto no encuentra cabida en la joven humanidad de la que Cristo es la Cabeza. Debemos comportarnos de tal manera que sea reconocido como creado a Su imagen.

12 Cuanto mayor sea nuestro aprecio por la gracia de nuestro Señor para con nosotros, mayor gracia mostraremos para con todos los que le pertenecen. Sin este poder apremiante sólo seremos capaces de ejercitar nuestras disposiciones naturales y despiadadas.

14 El amor, el más grande de la trinidad permanente (1Co_13:13), es el lazo que nos une al Señor y debe ser el lazo que nos une a nuestros hermanos santos. Antes de la madurez, en la era preparatoria que precede a la presente economía, los santos estaban unidos (o más bien divididos) por un rito común, como la Circuncisión, o un antepasado común, como Israel. Ahora que estos son abolidos, hay una unidad espiritual que no se ve afectada por ninguna división (Efesios 4:3-6). El amor es el lazo que nos hace uno, la paz es el lazo que nos mantiene uno.

15 Todas las dificultades deben someterse al arbitraje de la paz de Cristo.

16 La fuente más sincera de canto es un corazón lleno de gracia. Debe ser el desbordamiento de un corazón sobrecargado con una apreciación del amor de Dios. Todos los demás motivos son una burla y discordantes a Sus oídos.

17 Dios tiene celo de que Su Hijo sea debidamente honrado en todo lo que hacemos o decimos. Incluso nuestra acción de gracias debe ir acompañada del incienso de Su nombre.

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